Thursday, December 07, 2006

El caos en bici.

Los chicos del hotel necesitan un técnico de redes que les mire que pasa con maraña de routers wi-fi, mientras tanto me tienen a mí que me he pasado dos días a vuelta con los cables ethernet y los modems. Al final todo ha sido en vano, conseguimos que funcionase abajo pero el aparatito que amplifica la señal en el piso de arriba no ha querido funcionar.

Me mudo a mi nueva casa y me encuentro con que internet todavía no está activa, que vendría hoy.

Las 18:00 horas, tomando café en uno de los poco sitios donde puedes encontrar uno decente al que no le hayan echado el azucar de antemano. He venido al centro desde mi casa en el moto-rickshaw más loco de la ciudad. Varias veces he tenido que hacer amago de tirarme en marcha cuando el joven conductor se empeñaba en soltar el monillar y hablar conmigo sin mirar a la carretera. Tenía 2 enorme altavoces atrás de los que emanaban saturadas notas grabes techno que hacían vibrar todo y animaban al conductor a dar saltos en su asiento.

Me he comprado una bici (1.350 rps). Un clásico, una Hero-Jet de pesado hierro y frenos de engranajes (sin silga). El vendedor me ha dicho que sus anteriores dueños eran los monjes de su templo. Buen karma¡. La experiencia de conducir una bici en esta ciudad supera en 3 puntos la tensión y el miedo de los viajes en autobús. La bici se tiene que comportar como cualquier otro auto y por ello tiene que cruzar todos los carriles si quiere hacer un cambio de dirección haciendo inmersión en el caótico tráfico lleno de humo y pitidos. O trepar por los enormes puentes de cuatro carriles si esa es su dirección. Toda tu vida depende de 5 centímetros que son los que te separan de los camicaces autos: motos, rickshaws, turismos, autobuses, camiones.. Chupas carbono oxidado directamente de los tubos de escape y las normas de tráfico sencillamente no existen, si quieres pasar un cruce debes imponerte y hacer que los dema se paren para no atropellarte.

Sigo buscando mi Ohm de elevación espiritual intentando estar relajado en todas estas situaciones con las que me obliga a convivir este país.

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