Friday, December 01, 2006

Bangalore.

Las 12:00am, espero en el aeropuerto doméstico de Delhi a que abran el check-in de mi vuelo a Bangalore. Después de 15 días sumergido en este ciclón de imágenes, sonidos, encuentros, separaciones, hoteles, viajes... estoy un poco cansado, aunque puede parecer lo contrario, no soy de naturaleza viajera, me gusta hacerme mi madrigera y no alejarme mucho de ella. Necesito mi castillo, mi pequeño hueco al que poder acudir en busca de rogimiento. Necesito, porfín, poder deshacer mi mochila por completo y sentarme en mi mesa con mi silla.

NOTA PARA EL VIAJERO:
Hay dos aeropuertos en Delhi: el internacional y el doméstico. Los vuelos nacionales suelen salir del doméstico pero algunas compañías lo hacen desde el internacional, osea que mejor preguntais claramente de que aeropuerto sale vuestro vuelo.
FIN NOTA VIAJERO.

Viajo ahora a Bangalore, que en absoluto debe de ser la ciudad de la paz y el sosiego que esperaba encontrar en este viaje, pero tiene parques y tecnología, dos cosas que me encantan. Por el momento voy directo a un hotel con conexión Wi-Fi en las habitas, he hecho una reserva por 6 noches a 36euros/noche. Espero encontrar un piso con compañeros pronto, tengo un par de contactos con los que quiero quedar estos días para ver sus casas y ver si me puedo alojar con ellos. Ninguno de ellos tiene que dar a una calle principal, no podría soportar más noches despertándome de madrugada al grito de bocinas de autobuses, yo, que nisiquiera me despertaba con las obras de Tirso de Molina bajo mi balcón en Madrid.

Las 20:00horas, pienso comer en un PizzaHut. Tras un viaje que se suponía de 2 horas y hemos estado 4 metidos en el avión he llegado a Bangalore. Todo se ve igual, pero, si te fijas bien, hay pequeños detalles que lo diferencian: las calles están sucias pero se echa de menos esos adornos de montículos de basura orgánica en descomposición, incluso he creido ver un barrendero con lo que parecía su uniforme de faena, los retrovisores de los coches no están arrancados y loa rickshaws los llevan por fuera, las matrículas están limpias y se pueden leer, entre los típicos chiringuitos se turnan tiendas con grandes escaparates acristalados. Y, lo más sorprendente, hay aceras.

Mi hotel no es tan señorial como su precio me había hecho imaginar, pero todo está tan limpio que no me da miedo andar descalzo, ni apoyarme en sus almohadas. Hay internet, otra cosa es que sea capaz de conectarme con mi linux a medio configurar.

Me he encontrado en una situación extraña que en un primer y temible momento parecía un estúpido callejón sin salida: le he dado de propina al taxista que me ha traido al hotel las últimas 50rps que tenía cambiadas, la traviesa de mi tarjeta no me quería dar dinero, osea que no tenía dinero ni para llamar a Éspaña a que vieran que pasa con ella. Al final las 900 rupias nepalís que aún me quedaban me han salvado la vida.

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