Las 21:30 horas, llevaba esperando más de hora y media que llegase mi autobús hacia Bangalore. Han pasado un par de ellos pero los conductores me dicen que ninguno de esos es el mío, la gente se pelea con los revisores, todos están mosqueados, puede que nos quedemos sin autobús. Al final uno de los conductores me deja entrar, me subo en marcha pues no esperan a nadie, me conduce por un estrecho pasillo rodeado de cortinas hasta el final del autobús, cinco asientos reclinables con sus bellos durmientes asociados se amontonan en un cubículo. Esto es la maravilla del famoso sleeper.
Me hundo en mi asiento y abrazo mi mochila, entorno los ojos y guardo la mirada en algún oscuro punto, la noche será larga e incómoda. Al reclinarme hacia atrás el asiento cede conmigo y al reincorparme el asiento lo hace conmigo sin ningún tipo de resistencia. Empujo la mochila hacia mís pies y me recuesto intentando despertar de esta horrible pesadilla. Entonces empiezo a sentir lo que ya me habían contado: la magnífica suspensión trasera de los sleeper, mi cabeza da tantos botes que me siento nervioso si cosigo reposarla durante mucho tiempo, muchos de estos saltos son verdaderamente asombrosos y la mitad superior de mi cuerpo puede flotar hasta 20 cm sobre el asiento con los consecuentes y agradables aterrizajes. Al final mi sistema nervioso se adapta y consigue poner rígido el cuello de forma refleja cuando empiezan los despegues.
La luz de la lámpara me dá directamente en la cara, mi gorra no es suficiente para apaciguarla. Dormito en posturas indibujables intentando adaptarme al volumen de mi mochila. Mi compañero me patalea cada vez que conquisto un centímetro de su zona. Alguien tiene una mala digestión y doi gracias de que nadie ronca. Somos los remeros de reemplazo descansando en la bodega de una gran galera.
Se me ha pasado bajar a mear en la anterior parada, aproveché la paz para dormitar y me fué imposible levantarme. No habrá otra parada hasta dentro de puede que 6 horas. Llego a Bangalore con una pelota de goma dura empujándome la próstata, nunca había tenido tantas ganas de mear, no sé en qué parte de la ciudad estamos ni quienes son esa gente que se bajan con sacos del autobús pero tengo que salir de aquí, cojo mi mochila, no reviso si me olvido algo, y me lanzo a la calle, esquivo los conductores de rickshaw y camino con visión de tunel hacia unos arbustos al final de la calle. Meé durante más de 2 minutos seguidos, casi me desmayo de felicidad antes de abrocharme la bragueta.
Otro viaje de autobús de 16horas que marca una nueva y encantadora cicatriz de satisfación y buenos momentos.
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2 comments:
jo, no quiero ni pensar el ambientillo que tenia que tener el autobus, solo con ver la foto de los mejillones de tu compañero y me estoy mareando. TOKAKO
Jo, que tufillo tenia que tener ese autobus, solo ver la foto de los mejillones de tu compañero, ya me estoy mareando. Tokako
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