He llegado a la India. Todo es fantástico. Tanto me habían contado, tantas advertencias había acumulado en mi cabeza que estaba esperando lo peor. En realidad todo es como me lo habían descrito, todo el caos, el ruido, la suciedad, los olores, la miseria... todo está aquí, pero los colores con los que lo han pintado son tan alegres y tan vivos que todas esas cosas horribles se te aparecen delante y aún así no puedes parar de sonreir.
El ventilador encima de nuestras cabezas intenta mover el aire pero no lo consigue. Las paredes son blancas, por lo menos en la parte más cercana al techo y se van oscureciendo, por la mugre, en las zonas medias y bajas. El pequeño espejo cuelga torcido de la pared al lado de un teléfono empalmado con cinta adesiva. Una mesilla y dos camastros pegados. No hay sábanas, no hay mantas pero sí hay televisión.
El baño tiene de todo: agua caliente, ducha y lavabo. Pero dista mucho de haber salido del último catálogo de Roca. Es turbio y oscuro.
En la calle los cables cuelgan libres por donde mires.
En esta ciudad moriré atropellado o asfixiado por la polución. No se vé el humo salir de los coches y rickshaws, creo que el ambiente está tan cargado que el humo se funde con el color del aire. Gente, tiendas, miradas, colores, olores... coches, bicis, niños mendigos, mini cafeterías, terrazas, puestos de comida... Es un estress para los sentidos.
En el avión he conocido a tres personas. Javier, Santi y Allison. Me ha encantado. Estoy super contento de ello, me siento como si no hubiera venido sólo. Javier se rasca el paquete ahora mismo tirado en su camastro al lado mío. Está pensando que tour turístico le podemos encargar al rickshaw mañana. Hemos decidido ir de majarajás y contratar un cutre-taxi de los de aquí y que nos haga de chofer para todo el día. Nos separamos mañana. Espero encontrarme con más gente así.
Me encanta esto, la primera impresión no ha sido en el aeropuerto, ni siquiera en el viaje en taxi hasta Paharganj, inmersos en un río tormentoso de pintorescos vehículos alocados en una frenética lucha por el dominio del carril de adelantamiento.
Me han contado un truco: "El más grande siempre es el ganador". Se refiere a que siempre es mejor que vallas en el vehículo más grande pues los demás se apartarán a su paso. El truco es de Santi uno de los chicos que he conocido en el avión. Él ya es la tercera vez que viene a India y le gusta despedirse con un "luego nos vemos por ahí", y lo curioso es que nos lo hemos encontrado de casualidad horas más tarde.
Cómo decía: la impresión de "he llegado a la India" ha sido cuando el taxista ha doblado una esquina y nos ha dicho "Esto es Main Bazaar", la calle a la que íbamos, y nos ha dejado en una especie de Las Vegas de bajo presupuesto y comprimido en unas callejuelas con el asfalto levantado donde la gente y los coches se pelean por avanzar entre chiringuitos de colores. Encima de nuestras cabezas decenas de carteles gigantes superponíendose unos a otros intentando anunciar algo que aún ahora soy incapaz de entender, no por el idioma sino por la densidad de la información. Los cables de la luz campan a sus anchas como telas de araña avandonadas. Un caos increible, atroz, sujeto con pinzas, frenético.
No podía pensar, no podíamos encontrar la calle por que no había carteles con los nombres, no había números, no podías preguntar por que todo el mundo te quería meter en su casa. Estaba como drogrado en una discoteca llena de luces. La gente te increpa y las vacas te miran. Los coches te pitan..
Paharganj es increible. Nos hemos alojado en el Ajay Guest House, 5084 Main Bazaar, Pahar Ganj, New Delhi-110 055 (India). Habitación 301, por si no recibís noticias mías sepais donde empezar a buscar.
Javier me interrumpe diciendo que él se montó un blog, apunto aquí el nombre para acordarme "booboo en américa" ó "booboo en bicicleta", no se acuerda muy bien.
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