Me dirijo hacia mis paradisíacas vacaciones de navidad en la playa.
22:20 horas, estación central de autobuses de Bangalore, gente, gente, gente, autobuses, autobuses, autobuses. Un ágil guardia de tráfico dirige los grandes autobuses en caóticos trayectos entre estrechos pasillos organizándolos milagrosamente como si de un enorme tetris se tratara.
El autobús arranca, se detiene, el conductor se vuelve y nos muestra su ágil mirada, sonríe levemente al revisor, los dos saben que comienza una de las más espelucnantes experiencias en la India: un viaje de 14horas en un angosto y caótico autobús nocturno. Apenas tengo espacio en mi asiento para apretar mis piernas contra el de alante. Almenos le he conseguido robar el sitio al chico de la ventanilla pues le he llorado como un niño al revisor para que me dejase enstarme detrás del conductor pero él ha sido severo e implacable. Ajustamos mi hombro para que el sobaco de mi compañero encaje perfectamente en él, mi otro hombro es presionado dolorido contra dos barrotes amarillos que cubren todas las ventanas defendiéndome de vete a saber que ataque, o quizás sea para que la gente no se lance en marcha a la carretera buscando desesperadamente una brizna de aire. No me puedo mover, hay gente de pie y gente sentada en el suelo. No creo que ningún turista haya puesto su culo en estos asientos, no fué mi elección tampoco, simplemente no había más autobuses libres, todo el mundo se está viniendo a Goa por navidad.
El viaje que se suponía de 14horas se ha convertido en 16. Una rata me ha acompañado todo el viaje metida en mi estómago, intermintentemente se movía y me arañaba por dentro, el dolor me obligaba a haceme un ovillo y permanecer así durante minutos. No podía estirar las piernas, no podía moverme un milímetro sin desajustar a mis compañeros. Finalmente ha amanecido, y la rata parecía más cansada. Han pasado muchas horas, aveces conseguía cabecear, dormía sin sueños y despertaba soñando que dormía estirado.
El viaje ha sido tan largo que ya nos conocemos todos: los dos conductores, el de barbas y el de la boca roja por el tabaco que mascan, el revisor que farda de lo bonito que es su pueblo natal, la parja de novios camino a Goa, el estudiante que volvía a casa por navidad...
Durante el viaje hemos visto 3 accidentes, todos ellos camiones, uno volcado, otros estampados de frente y otro que no se sabía contra que había chocado pero que le había destrozado la cabina. En los viajes en autobús que he hecho habré visto 7 u 8 accidentes de tráfico, no en vivo, me refiero a sus restos, algunos de ellos con pintas de haber sido mortales por como habían quedado los asientos delanteros. La gente se suele extrañar y preguntarse cómo es posible que condicuendo tan temerariaamente como conducen haya tan pocos accidentes de tráfico. ¿Será qué son más ágiles que nosotros?... yo os doy la respuesta y ésta es que en efecto hay muchísimos accidentes de tráfico.
Llegamos a Karwar el cuál no es mi destino final, me sumerjo en otro autobús y en otro, viajes de 1 hora que tengo que hacer de pié. La vegetación se vuelve más selvática y al fondo aparece el mar.
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