Tuesday, December 26, 2006

Palolem: cuarto día.

Las 22:00 horas, en el chiringuito al lado de mi bungalow en el que me he hecho asiduo. El camarero me trae silenciosamente un enorme yogur amargo, me trata educadamente de señor y me mira con una amorosa y amable sonrisa. El mar golpea delicadamente la playa a mis pies es su insistente ansiedad de trepar por ella, siempre vuelve a resvalar y siempre vuelve a intentarlo. Todo es suabe: el sonido de las olas, las pequeñas luces, la arena, el caminar de los pocos paseantes... Manga corta y pantaloneta, hace días que no veo mis chanclas y mi piel enrojecida por el sol se siente adormecida bañada en el aceite perfumado del masaje de esta tarde.

He salido de mi trance paradisíaco por un hora para antender una urgencia del trabajo pero me he vuelto a sumergir inmediatamente en la somnolencia de esta playa.

Cintia se ha ido a seguir recorriendo el mundo. Alberto no ha aparecido en todo el día y Jim aparece de vez en cuando para acompañarme en las comidas. Me cuenta cosas curiosas de su país como que en las calles de sus ciudades no hay perros y no porque se los lleve la perrera sino porque se los llevan a los restaurantes como plato del día.

Hay un barquito de pescadores alejado de la playa que usan como tranbordador para coger uno más grande y lo dejan abandonado todo el día, me gusta nadar hasta él y sentirme naúfrago.

La silueta de la isla de los monos se distingue levemente contra el oscuro cielo. Mañana quiero hacer una expedición en solitario. Hay un pequeño tramo que hay que hacer nadando y no sé cómo podré trasladar mis zapatillas y mi almuerzo.

3 comments:

Anonymous said...

¿para acompañarte en las corridas? ...ah..no... en las comidas ...aaaah... ¿comidas de qué?

fguillen said...

A ver por favor, que este es un blog para todos los públicos :P

Anonymous said...

ah, perdón, que es para todos los púbicos.