Las 20:30horas, estoy en el chiringuito de mi barrio, justo en la entrada al mismo desde Inner Ring Road, la inóspita carretera de indefinidos carriles que tengo que cruzar a diario para ir a cualquier parte. Las enormes hormigas rojas trepan por el cuenco metálico que contiene mi chai ya casi frío, los perros pelean en la calle de tierra, los coches se pelean en la de magullado asfalto y los aviones parten el mundo en dos descendiendo hacia el aeropuerto a poco más de 500metros de mí.
Ya empiezo a sentirme un poco más agusto, ya sé dónde están las cosas, ya sé dónde puedo comer algo que no pique como demonios, dónde tomar un té de vuelta a casa, dónde hay un supermercado... Ya navego por las carreteras con mi frágil bici sin miedo a un ataque al corazón a cada pedeleada.
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