12:30 Descanso ocultándome del aturdidor sol debajo del porche de un chiringuito de carretera cerrado. Me encuentro en mitad de una larga caminata cruzando ríos y playas hacia una incierta meta.
Me saca de mis pensamientos una vieja scooter con dos tripulantes que cargan un enorme bloque de hielo que va dejando un futil rastro a su paso. Un joven aparca su bici a mi lado, la canda y esconde sin desconfianza la llave delante mío sobre una repisa. Un paisano sube la cuesta con su bicicleta a un ritmo tan lento que parece imposible que conserve el equilibrio, viéndole da la sensación de que el tiempo se esté deteniendo. Un viejo hombre de oscura piel y extremadamente delgadas canillas se sienta a mi lado arrugando su camisa, según entiendo está esperando que alguien le lleve al próximo pueblo.
14:30 horas, me detengo a curiosear un pequeño templo al borde de la carretera, sostengo en mi mano una abandonada reliquia y antes de volver a posarla dos hombres me llaman la atención desde su moto. Me hacen señas para que me acerque , con un poco de indecisión pero completamente confiado me acerco a ellos al tiempo que el pasajero de atrás echa mano a lo que parece la empuñadura de un largo cuchillo que oculta en el interior de su chaqueta. Sorprendido por la apariencia de la situación no tengo tiempo ni de alejarme. El hombre termina su ágil movimiento mostrando unas enorme plumas de pabo que me ofrece y me insta con señas que las deposite en el templo. Refrescantemente aliviado y reéndome de mi mismo, les sonrío y accedo a su petición adornándola con el repiqueteo de una campana que pende del templo. Se alejan mirándome sonrientes.
15:30 horas, un enorme río se arrastra a mis pies. No hay puente. Consigo llamar la atención de un pescador de ostras que anda por la otra orilla empujando su pequeña embarcación y recogiendo sus capturas una por una. No hablamos mucho, accede a llevarme hasta el embarcadero en la desembocadura por unas pocas rupias.
18:00 horas, anochece y me encuentro en una anónima playa contemplando la hipnotizadora puesta de sol. Pequeños cangrejos se esconden en sus agujeros a mi paso. Misteriosos peces trepan hasta la playa abrazados a las olas que mueren y se escapan siguiéndolas. Una niña me cambia por mi bolígrafo un artesano adorno hecho con bolas de corcho pintadas.
22:00 horas. Cruzo media docena de playas una tras otra trepando por los pequeños arrecifes que las separan hasta llegar a Palolem, mis vecinos ya me esperan en una gran mesa y el pescado está en la parrilla. Los fuegos artificiales más impacientes ya están en el aire.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment