Mientras escribo estas líneas un mujer de desgastados rasgos y ácida risa lleva cinco minutos dándome golpes en la rodilla para que le dé algo de limosna. No acostumbro a ceder ante la insistencia de sus peticiones, sé que para mí 10 rps no son nada pero no me agrada el gremio que se ha consolidado entorno a la mendicidad.
He oido historias de niños que se cortan (o les cortan) los dedos de la mano para dar más lástima, o madres que drogan a sus bebés para que aperenten enfermedad, por supuesto que estas historias son completamente falsas pero no deja de ser cierto que mucha gente vive de la mendicidad por que les resulta más fácil obtener dinero así que trabajando. También es cierto que hay mucha gente que no tiene otra opción que la mendicidad, pero no creo que sean los niños ni las mujeres completamente sanas.
Me encantan sin embargo todos los vendedores y vendedoras de cacahuetes, fruta, zumos naturales, arroz inflado, plátano frito, maiz, ... Me encanta consumir de sus ofertas y no me corto en darles propina.
Creo que soy una persona más de propinas que de limosnas.
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